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domingo, 23 de noviembre de 2014

O Inimigo do Rei, el grito irreverente y osado de la anarquía


Júlio Zacouteguy

Vamos a vivir
sin violencia
sin Gobierno
sin partido
sin Iglesias
sin prejuicios
sin policía [1]

El periódico brasileño O Inimigo do Rei (el enemigo del rey) surgió en 1977 y, a pesar de toda suerte de problemas y desafíos, se mantuvo hasta 1988. Fueron once años, bajo una dictadura militar, de divulgación de las ideas y propuestas anarquistas, contemplando todos los campos de actuación e interés de los grupos e individuos que lo componían.

Si no tuviera otra importancia, esa ya lo situaría entre las acciones más trascendentes llevadas a cabo por los anarquistas en Brasil. Pero representó mucho más que eso. Fue responsable de aglutinar a los grupos anarquistas diseminados por todo el país, de igual forma que influyó en la creación de nuevos grupos. Además, proporcionó a esos mismos grupos la oportunidad de experimentar en la práctica propuestas tan queridas para el anarquismo como la libre asociación, el federalismo, la libertad de expresión, la autogestión y la no distinción entre el trabajo intelectual y el manual[2].

Antes de referir y analizar la experiencia de O Inimigo do Rei, nos parece interesante y necesario presentar una pequeña y rápida síntesis acerca de la historia del movimiento anarquista en Brasil, y contextualizar la realidad brasileña en la que surgió el periódico[3].

Un poco de lucha social en Brasil

Cuando llegaron los portugueses a Brasil, a finales del siglo XV y principios del XVI, se encontraron con los pueblos indígenas que habitaban el territorio brasileño. Al intentar domesticarlos, inicialmente para utilizarlos en la extracción del palo brasil y después en la agricultura y otras tareas, comenzó el gran genocidio que acabó con la vida de millares de personas[4]. Con el desarrollo del cultivo de la caña de azúcar, a mediados del siglo XVI, se agravó la falta de mano de obra. La solución encontrada por los dueños de los ingenios azucareros fue la importación de negros africanos para trabajar como esclavos en Brasil. Eso aumentó aún más su lucro pues, además del obtenido con la venta del azúcar, los colonizadores lo multiplicaban a través del tráfico de esclavos, atendiendo a la demanda de sus congéneres.

La reacción y la resistencia a esa explotación no tardaron en aparecer. Los indígenas, no aceptando la jerarquía y el trabajo agotador, reaccionaron luchando y huyendo a zonas remotas. Los esclavos africanos huían a los “quilombos”, lugares escondidos y protegidos, creados por ellos mismos, donde vivían de acuerdo con su cultura original[5].

En la segunda mitad del siglo XIX, las crecientes dificultades del tráfico de esclavos y la necesidad de mano de obra en la recolección del café, nuevo monocultivo que enriqueció a la aristocracia rural, junto con la disponibilidad de tierras en el sur del país, propiciaron la llegada de emigrantes europeos, lo que conllevará un fuerte impacto en la cultura y en las luchas sociales en Brasil. Son alemanes, italianos, polacos, austriacos, españoles y rusos, entre otros, sumando más de tres millones y medio de personas que entraron en el país entre 1890 y 1930. Gran parte de ellos trabajó en el cultivo del café o como pequeños propietarios rurales, y un gran contingente se vinculó a la incipiente industria brasileña, contribuyendo a la urbanización de varias ciudades.

En esa época se registran las primeras trazas del movimiento anarquista organizado, implicado en las luchas sociales que se desencadenaron en el país. Cabe destacar al investigador y escritor Edgar Rodrígues, anarquista nacido en Portugal, que vivió en Brasil la mayor parte de su vida. Él fue el responsable de la conservación de gran parte de la historia de las luchas entabladas por los trabajadores del Brasil, en particular de la presencia anarquista en esas luchas[6].

Por un lado, tenemos la Colonia Cecilia[7], experiencia comunitaria anarquista en la zona rural de Brasil, y por otro la lucha de los trabajadores urbanos para resistir la explotación de los empresarios capitalistas, que dio sus primeros pasos a través de la creación de sociedades, uniones, sindicatos y federaciones obreras, cuyas principales reivindicaciones eran la disminución de la jornada laboral[8], mejores salarios, mejores condiciones de trabajo y supresión de las multas, aplicadas indiscriminadamente. Los anarquistas desarrollarán, en ese medio, una intensa actividad de concienciación y propaganda de sus propuestas de emancipación social, solidaridad y acción directa.

Los medios empleados ampliaron y sobrepasaron los límites de las organizaciones de clase. Se crearon centros de estudios, grupos de teatro, escuelas para los trabajadores y sus hijos[9], se organizaron excursiones al campo[10]. En muchas ocasiones, la lucha contra el servicio militar obligatorio, contra la guerra y los ejércitos, estaba presente en los detalles y acciones del movimiento obrero. Paralelamente a todas estas acciones, destaca la inmensa cantidad de periódicos, panfletos y folletos creados y confeccionados por anarquistas, con mayor o menor duración. El ideario anarquista es debatido y difundido entre la clase obrera a través de esos canales de comunicación y divulgación. Al mismo tiempo, en las páginas de esas publicaciones es donde el trabajador brasileño conoció a autores como Kropotkin, Bakunin, Proudhon o Malatesta, aparte de tener en ellas una ventana abierta al mundo, pues la relación con organizaciones de varios países, la solidaridad internacional, siempre fue característica identificativa del movimiento anarquista. Periódicos como A Terra Livre, La Bataglia, Ação Direta, A Luta, A Plebe, A Voz do Trabalhador[11], Remodelações, O Protesto, Dealbar, son ejemplos de ello.

Toda esa riqueza e intensa actividad del movimiento anarquista, a partir de finales del siglo XIX, se desarrolló en periodos en que se sucedieron regímenes de excepción como estados de sitio y dictaduras, intercalados por breves y supuestos periodos democráticos. En ambas situaciones, las persecuciones a los movimientos sociales, en particular al movimiento obrero de tendencia anarquista, llegaron al extremo. Cárcel, deportación, confinamiento en campos de concentración y muerte, fueron prácticas comunes de los gobiernos brasileños.

A mediados de la década del 20 del pasado siglo, durante el gobierno de Artur Bernardes, tuvo lugar un episodio poco conocido de la historia brasileña, que retrata muy bien el poder contra el que luchaban los anarquistas: la creación del campo de concentración de Clevelândia. En el extremo norte del país, esta “colonia penal” (eufemismo para campo de concentración) recibió centenares de prisioneros, la mayoría militantes anarquistas del movimiento obrero. Según Edgar Rodrigues[12], allí estuvieron presos más de 1.500 trabajadores. Muy pocos sobrevivieron. Ya en la década de los 30, la dictadura de Vargas, conocida como el periodo del Estado Novo (1930-1945), que destruyó la libertad sindical, estuvo alineada muy cerca del nazi-fascismo europeo, utilizando sus métodos de control social.

Tras un periodo “democrático”, se impuso una nueva dictadura en Brasil. Fue la baza de los militares que, entre 1964 y 1985, gobernaron con mano de hierro al pueblo brasileño, apoyados por el gobierno norteamericano. Si en un primer momento hubo alguna duda sobre los objetivos del gobierno militar, a partir de 1968, con la publicación del AI 5[13], la dictadura mostró su verdadero rostro, instalando en el país una estructura de poder basada en la tortura, la persecución política, la miseria salarial y la vanidad, que recordaba al nazismo alemán con lemas como “¡Brasil por encima de todo!” o “Brasil, ¡ámelo o váyase!” A comienzos de 1974 se nombra un nuevo presidente militar que promueve la llamada apertura lenta y gradual, con el objetivo de democratizar el país, pero con los límites establecidos por los dueños el poder. En ese periodo se reorganizan las fuerzas políticas de oposición al régimen y los movimientos sociales. Las manifestaciones estudiantiles vuelven a las calles, los trabajadores hacen huelgas y discuten su organización, los intelectuales tienen más libertad para divulgar sus ideas y pensamientos. Circulan por el país periódicos ligados a diversos grupos de oposición al régimen militar, a pesar de la censura gubernativa y las amenazas proferidas por grupos paramilitares. En ese ambiente surge O Inimigo do Rei.

Por fin un periódico antimonárquico y anarquista

Como vimos, el movimiento anarquista en Brasil tuvo su mayor auge en el periodo comprendido entre finales del siglo XIX y el final de la década de los años 20 del siglo pasado. Aunque no sea objeto de este artículo, algunas razones de su disminución pueden estar asociadas a la persecución, expulsión y muerte de muchos de sus militantes, junto a los destellos de la Revolución rusa que, por un breve momento, representó la tan soñada conquista de la libertad por los trabajadores. En Brasil, influyó en que surgiera el Partido Comunista[14] y todas sus tácticas autoritarias. Con la subida al poder de Getulio Vargas (1930-1945), las organizaciones de los trabajadores fueron totalmente supeditadas al Estado. Los “líderes” sindicales estaban más interesados en conseguir puestos en la estructura burocrática-estatal que en luchar por la justicia social.

Mientras tanto, las ideas ni morían ni desaparecían. En diferentes puntos del país, los anarquistas se reorganizaban para actuar en pequeños grupos, en los que desarrollaban sus actividades a través de los centros culturales, periódicos, grupos estudiantiles y acciones puntuales en las luchas de los trabajadores.

Como ejemplo, podemos citar el Centro de Cultura Social de São Paulo (CCS-SP), que fue uno de los grandes bastiones de la resistencia y la preservación de las ideas anarquistas, sirviendo de referencia a los militantes brasileños y al movimiento anarquista internacional. El CCS-SP organizó innumerables conferencias y encuentros, además de apoyar actividades culturales, entre las que destacó el teatro, tradicional campo de actuación del movimiento anarquista brasileño. En Rio de Janeiro, podemos citar el Centro de Estudios José Oiticica (CEJO), donde se desarrollaron varios grupos de estudio, cursos y conferencias, abordando siempre temáticas bajo la óptica anarquista. Muchos jóvenes tuvieron una referencia y un ejemplo a seguir en las actividades del CEJO y en la conducta de sus militantes. En Rio Grande do Sul, Estado meridional de Brasil, fronterizo con Argentina y Uruguay, donde históricamente el anarquismo fue muy fuerte, tal vez uno de los Estados fuera del eje Rio-São Paulo donde las ideas ácratas más se desarrollaron, el movimiento libertario contó con la colaboración de militantes anarquistas españoles que llegaron allí como exiliados tras la Segunda Guerra Mundial. Eran anarquistas que habían participado activamente en la Revolución española y que se reorganizaron en Porto Alegre, donde tuvieron gran protagonismo en la Sociedad Española de Socorros Mutuos, de carácter antifascista en contraposición a la Casa de España, simpatizante de Franco. Entre los militantes destacaron Juan Puig Elías, José Augusto Guardia con su compañera Mercedes y, también, Rafael Fernández que, con su bicicleta de afilador, recorría las calles de Porto Alegre distribuyendo propaganda anarquista; todos ellos y otros más incentivaron e influyeron en los nuevos simpatizantes y militantes anarquistas.

El llamado Movimiento Estudiantil (ME), identificado por las acciones organizadas por los estudiantes tanto de enseñanza media como universitaria, merece mención aparte. Durante el periodo de la dictadura militar brasileña (1964-1985), entre los estudiantes fue donde surgió la más explícita resistencia contra el régimen. En el ME se encontraban prácticamente todas las tendencias político-ideológicas que combatían el gobierno militar. Desde las juventudes católicas y la burguesía liberal, pasando por los maoístas, trotskistas, estalinistas, hasta los anarquistas, el ME actuaba directamente contra las fuerzas del régimen dictatorial. Una reunión de fuerzas tan heterogéneas llevaba en su seno la contradicción y el enfrentamiento ideológico, que se manifestaba en las propuestas de acción y organización del movimiento. Por un lado, estaba la creación de un “aparato” en las entidades estudiantiles (versión estudiantil de la vieja máxima marxista de la toma del poder) para dirigir las acciones, por otro lado, la lucha permanente para que el movimiento no se burocratizase y por su autogestión a través de las asambleas.

En ese caldo de cultivo, en la Universidad Federal de Bahia (al nordeste del país), estudiantes y profesores organizaron en 1977 el grupo que dio origen al periódico O Inimigo do Rei. Para el nombre existen varias versiones: según Edgar Rodrigues[15], es una “sátira del presidente, general Geisel, que se comportaba como un monarca”, según otras fuentes el nombre simboliza la lucha contra el poder absoluto.

En un primer momento, se marcó como objetivo inmediato combatir el autoritarismo de los grupos políticos marxistas que dominaban el ME. Luchaban también para garantizar espacio a las nuevas propuestas de autoorganización de las luchas y la discusión de nuevos temas, muchos de ellos considerados tabú por los líderes de las diferentes facciones marxistas, como la homosexualidad y las drogas.

En el primer número, a pesar de que no se define explícitamente como anarquista, O Inimigo do Rei propone la creación de una Federación Libre de Estudiantes, que debería garantizar la autogestión de las luchas del movimiento estudiantil. Inmediatamente, la noticia de que había salido un periódico hablando de federalismo, autogestión y antiautoritarismo, despertó la curiosidad y la esperanza de los grupos anarquistas repartidos por Brasil, lo que inició la aproximación entre ellos.

En las siguientes ediciones, O Inimigo do Rei fue consolidando su carácter antiautoritario y definiendo su postura libertaria. Temas relacionados con la realidad brasileña de la época eran situados codo con codo con otros tradicionalmente abordados por el movimiento anarquista, como el socialismo libertario versus el socialismo autoritario. Pero, lo que identificaba y hacía único a O Inimigo do Rei eran sus propuestas y presentaciones de temas, distintos de los que trataban los demás periódicos de la llamada prensa alternativa[16], en su mayoría marxista de todos los matices, abordados de forma irónica, sarcástica e irreverente, pero al mismo tiempo profunda, contundente y radical. En pleno periodo dictatorial militar, denunciaba no solo esa, sino también todas las formas de dictadura, incluyendo las preconizadas por los grupos marxistas que luchaban contra la dictadura militar. Además, trataba abiertamente temas presentes en la realidad cotidiana brasileña: racismo, minorías, así como homosexualidad y drogas, de una manera natural, alegre e irónica; temas que eran evitados, ignorados y, en algunos casos, prohibidos por las demás fuerzas de la izquierda.

Otra característica que hacía a O Inimigo do Rei distinto de las demás publicaciones era la vivencia práctica de la teoría que divulgaba y profesaba. Desapareció la diferencia entre el intelectual y el trabajador, entre el redactor y el vendedor y difusor del periódico. Quien escribía, necesariamente tenía que vender el periódico. A pesar de existir un grupo editor, apenas era responsable de la organización y la impresión de cada número, no interfiriendo en la selección del material publicado. En los primeros números asumió esa función el grupo de Bahia, pero después también para abaratar costes, cada edición era responsabilidad de uno de los grupos que hacían y mantenían O Inimigo. Hay que recordar que Brasil es un país de enormes dimensiones. Las distancias son grandes y, en la época, las comunicaciones eran bastante precarias. Sin Internet o fax, el teléfono era de uso restringido. Una edición hecha en Rio Grande do Sul recorría 1.100 kilómetros para llegar a São Paulo, 2.000 a Brasilia, 3.100 a Salvador, 3.800 a Belém, todo eso por vía terrestre, pues el transporte aéreo era económicamente inviable.

Esa situación proporcionó dos grandes enseñanzas, comprobando las convicciones de los grupos responsables de O Inimigo: la viabilidad de la autogestión y la no dependencia de los especialistas, señores del saber. En relación a la primera, el periódico era mantenido económicamente mediante la venta de sus ejemplares por parte de los grupos que participaban en su elaboración, tomando las decisiones esos mismos grupos. Cualquier alteración implicaba a todos, lo que quería decir asumir responsabilidades y respetar acuerdos. Con relación a la segunda, se dio un proceso permanente de descubrimiento y aprendizaje. En las primeras ediciones, el periódico dependía del conocimiento de algunos militantes periodistas, que eran los responsables de la parte técnica. Al pasar el tiempo, otros militantes que nunca habían participado en la confección de un periódico -o no tenían la menor idea de lo que era una prueba, un fotolito o unos ferros- se convirtieron en verdaderos periodistas, y utilizarían esa experiencia en acciones futuras.

El final de la década de los 70 y los 80, fueron años de grandes agitaciones sindicales y estudiantiles en Brasil. Las fuerzas políticas y sociales se reorganizaron y actuaron en la realidad brasileña. Entre los anarquistas no era diferente, y O Inimigo do Rei era uno de los canales de manifestación de sus propuestas, tal vez el de mayor alcance. Sus páginas estaban abiertas para que se manifestaran las diferentes corrientes, entre ellas el anarcosindicalismo, con artículos sobre las acciones de los grupos que luchaban por la reconstrucción de la COB (Confederación Obrera Brasileña), organización creada a comienzos del siglo XX por los trabajadores brasileños, y que tuvo una gran influencia en las luchas sociales de la época. Grupos comunistas libertarios y anarco-individualistas también participaron en el periódico, posibilitando la convivencia de un amplio espectro de corrientes y de ideas libertarias.

Incluso teniendo discrepancias y debates, a veces bastante reñidos, sobre cómo actuar en la realidad brasileña de aquel momento, O Inimigo do Rei representó, en la práctica, la síntesis y la expresión de las ideas anarquistas de los grupos y las personas que lo apoyaban. Aunque no se produjo un debate formal, organizado específicamente sobre el tema, esos grupos e individuos comprendían su importancia para el movimiento anarquista, y luchaban por su preservación. Conservaban su independencia y autonomía, actuando de acuerdo con sus convicciones y teniendo en cuenta la realidad de cada localidad, pero contribuyendo en la construcción de relaciones armoniosas entre los grupos, conciliando sus diversas visiones y sus distintos intereses. El ejemplo fructificó y sensibilizó a otros grupos repartidos por Brasil. Tras los primeros números, en los que participaron los grupos de Salvador, Rio de Janeiro, São Paulo y Porto Alegre, la red de O Inimigo contó con la participación de grupos de Florianópolis, Brasilia, Curitiba, Guayana, Belém y João Pessoa, cubriendo las cinco regiones geográficas del país.

Después del cierre

Como ya dijimos, O Inimigo existió y resistió hasta 1988, totalizando 22 ediciones en 11 años. Podemos apuntar varias causas para su desaparición, aunque nunca hubo mucho interés en analizarlas en profundidad por sus colaboradores. Aparentemente, “murió de muerte natural”, cumpliendo con su misión durante cierto tiempo, sirviendo a las intenciones de los grupos que actuaban en una determinada realidad.

En concreto, es posible certificar que cambiaron algunos elementos de la realidad, así como los grupos e individuos que daban vida a O Inimigo. Los intereses de los grupos e individuos, antiguos o nuevos, cambian en función de la realidad en la que viven. Ensayan medios alternativos que, a su entender, pueden responder más adecuadamente a los desafíos de la lucha social y de su organización.

Hubo tentativas de reeditar O Inimigo, pero el gran desarrollo tecnológico de las comunicaciones, principalmente Internet y las redes de comunicación, hizo inviable el proyecto. La agilidad, rapidez, facilidad y bajo coste de esos canales son muy tentadores en un mundo ávido de información y de acción. Sea como fuere, O Inimigo do Rei fue un hito en el movimiento anarquista brasileño, y continúa siendo fuente de inspiración para aquellos que sueñan, luchan y dicen SÍ a

AUTOGESTIÓN GENERALIZADA
LIBERTAD SEXUAL
PLURALISMO SINDICAL
DERECHOS DE LAS MINORÍAS
HUELGA GENERAL EXPROPIADORA
COLECTIVISMO AGRARIO
DESOBEDIENCIA CIVIL
SORBETE DE MANGABA
FEDERALISMO
ACCIÓN DIRECTA
ANTIMILITARISMO
DERECHO A NO VOTAR[17].

Notas

1.- O Inimigo do Rei 22, marzo-abril 1988.

2.- Cf. Carlos Baqueiro y Eliene Nunes, O Inimigo do Rei – imprimendo utopias anarquistas, Achiamé, Rio de Janeiro 2007; Gustavo Simões, “Por una militancia divertida. O Inimigo do Rei, um jornal anarquista”: Verve 11, 2007.

3.- Cf. Allyson B. Viana, Tempo, memoria e cultura política libertária: algumas observações sobre construções da história do anarquismo no Brasil, ANPUH, São Paulo 2011.

4.- Según diversos historiadores, en 1500 existían cerca de 1.400 pueblos, sumando aproximadamente cinco millones de indígenas. Hoy en día las estadísticas apuntan a la existencia de poco más de 700.000 indígenas.

5.- El Quilombo de los Palmares fue el más poderoso ejemplo de resistencia de los negros contra la esclavitud. Fundado en Alagoas, en el nordeste brasileño, refugió a más de 6.000 personas, que se organizaron para vivir libremente.

6.- Edgar Rodrigues es el pseudónimo por el que fue conocido Antônio Francisco Correia (Angeiras, 12 marzo 1921 – Rio de Janeiro, 14 mayo 2009), historiador, archivero y escritor nacido en Portugal y radicado en Brasil desde 1951, año en que dejó su país natal escapando a la persecución de la dictadura de Salazar. De su voluminosa obra destacamos Socialismo e sindicalismo no Brasil 1675-1913, Laemmert, Rio de Janeiro 1969.

7.- La colonia Cecilia, ideada por anarquistas, entre ellos Giovanni Rossi, fue fundada en el Estado de Paraná, sur del Brasil, en 1890. Cf. Giovanni Rossi, Cecilia comunità anarchica sperimentale. Un episodio d’amore nella colonia Cecilia, BFS, Pisa 1993. Resulta ilustrativa la película "La Cecilia" (Jean-Louis Comolli, 1975) y también el documental "Un’utopia di nome Cecilia" (Adriano Zecca, 2008).

8.- A finales del siglo XIX, la jornada laboral en centros urbanos variaba de las nueve a las dieciséis horas.

9.-La Escuela Moderna de Ferrer tuvo una enorme influencia en la formación de los trabajadores brasileños. A comienzos del siglo XX se fundaron innumerables escuelas en Rio de Janeiro, São Paulo y Porto Alegre.

10.- Las jiras o excursiones (“pic-nics”) se convirtieron en formas tradicionales de encuentro entre las familias de los trabajadores, sirviendo también como escenario de debate de temas de lucha social.

11.- Portavoz de la Confederación Obrera Brasileña (COB), central sindical de inspiración anarquista, creada en 1906 en el marco del Primer Congreso Obrero del Brasil.

12.- Edgar Rodrigues, Novos Rumos – pesquisa social 1922-1946, Mundo Livre, Rio de Janeiro 1978.

13.- Los AI (Actos Institucionales) fueron una especie de decretos-ley, promulgados por los gobiernos militares, que establecían normas al margen de la Constitución.

14.- El Partido Comunista Brasileño (PCB) se originó entre ciertos militantes anarquistas que actuaban en la lucha sindical; fue fundado en 1922.

15.- Edgar Rodrigues, Lembranças Incompletas, Opúsculo Libertario, São Paulo 2007.

16.- Prensa alternativa o prensa enana (en contraposición a gran prensa), era el nombre dado a los periódicos que tenían una línea editorial contraria a la dictadura militar. Comprendía periódicos liberales, demócratas, marxistas y O Inimigo do Rei, anarquista. Fueron perseguidos y censurados durante toda la Dictadura.

17.- O Inimigo do Rei 20, julio-agosto 1987.

[Publicado originalmente en Germinal # 10, 2012. Tomado de http://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4684862.pdf.]

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